Entrevista publicada en la revista de educación inicial Punto de partida.
Buenos Aires, Editora del Sur, Junio 2004, año 1, Nº 4.
Respuestas actualizadas en enero de 2007
Entrevistó: María Emilia López
Istvan Schritter nació en Madrid en 1968, y desde el año y medio vive en Argentina. Primero en Santa Fe, después en Buenos Aires, fue tramando una biografía como ilustrador y también como escritor que vale la pena rememorar con él. Es uno de los autores jóvenes más destacados de la literatura infantil actual. Lleva publicados muchos libros en Argentina, Méjico, España, Francia, Suiza y otros países. Ha recibido varias distinciones, entre ellas la candidatura al Premio Hans Cristian Andersen en 2002 y 2004. Sobre el lugar de la ilustración y los ilustradores en las obras literarias, sobre los géneros, sobre sus propias creaciones, sobre su estética y los libros para la infancia, discurrirá esta conversación.
MEL: ¿cómo comenzó tu carrera como ilustrador?
IS: Mi carrera como ilustrador empezó tempranamente. Yo siempre dibujé, siempre diseñé y siempre escribí. Desde chico siempre me consideré ilustrador. Después me di cuenta de que también diseñaba los libros, que les imprimía un criterio gráfico, los armaba. Tempranamente también empecé a escribir historietas, y en cierto momento me di cuenta de que mi oficio era más amplio que el de ilustrador; era una especie de hacedor de objetos. Concretamente lo que más me gusta a mí -y por eso me incliné hacia el libro para chicos-, es hacer objetos en donde texto, imagen, diseño constituyan un todo, donde no puedan separarse uno de otro.
MEL: ¿Cuál es tu formación? ¿Cómo te hiciste este ilustrador que sos hoy?
IS: Siempre fui autodidacta, siempre leí muchísimo. En mi casa no había televisión y sí había una biblioteca enorme, con muchísimos libros, y así fue como autogestioné mis aprendizajes. Ilustrar es mi forma de vivir, es una gran felicidad. Mi compromiso como ilustrador es muy grande, yo así opino, reflexiono, soy activo.
MEL: ¿Cuál fue el primer libro que ilustraste?
IS: El primer libro que ilustré es olvidable, se llamaba “El bramido horripilante” lo publicó Graciela Montes, que en ese momento dirigía una colección en “Libros del Quirquincho”. Yo tenía 18 años. Luego trabajé con Laura Devetach y Gustavo Roldán en la colección “El pajarito remendado”; ilustré “La mesa, el burro y el bastón”, “Un pez dorado” y “El águila y el zorro”, estos sí fueron libros que empezaron a representarme. Simultáneamente siempre me gustó la investigación, trabajé en el Plan Nacional de Lectura, dando talleres de historieta y de imagen. Seguí ilustrando mucho, hasta que en cierto momento decidí abocarme absolutamente a los libros para chicos; me di cuenta de que ésa era mi gran pasión.
MEL: Vos hacés funcionar un concepto distinto en la relación texto-imagen, en muchos casos como autor integral, es decir como escritor e ilustrador a la vez: ese oficio de “hacedor de objetos-libros” al que te referías antes. ¿Con qué obra comienza en vos este modo de hacer operar al libro infantil?
IS: Mi primer libro como autor integral es “Refrains sans freins”, que se publicó en Francia, y desde ese comienzo mismo hice un libro objeto, son historias y dibujos infinitos para leer en bandas de Möbius. Luego seguí ahondando en la relación indivisible entre texto e imagen en “Ideas claras de Julito enamorado” (Editorial Norma), “Federica aburrida” y “Abel regala soles” (Editorial SM), en la “Serie de Istvan” de Editorial AZ, en “El ratón más famoso” (Ediciones del Eclipse), “Boca de león” (Ediciones EDB) y “Todo el dinero del mundo” (Editorial Sudamericana). Finalmente, en “El hombre más peludo del mundo” (Coedición Tàndem / QuiQuandQuoi) y “¿Has visto?” (Ediciones del Eclipse), investigué nuevos terrenos de la significación gráfica, son libros muy conceptuales, casi sin ilustración, pura tipografía y color: el hombre más peludo del mundo es tan peludo que se ve todo negro, “¿Has visto?” desafía desde el título a descubrir el mundo en apenas un plano de color puro.
MEL: ¿Cómo es tu modo de ilustrar? ¿Qué técnicas usás?
IS: Yo dibujo casi permanentemente con papelitos que recorto y pego con cola común, como la que usan los chicos. Mi técnica es casi escultórica; voy recortando los papelitos y armo la imagen sin pegarlos, los superpongo, pruebo, recorto, tiro, pruebo otra vez, hasta que logro el dibujo que busco. Uso una pinza de depilar y dos tijeras, colores plenos y preferentemente forma geométricas. Hago hasta el circulito más minúsculo con papel.
MEL: Hablemos de tu otro modo de abordar la literatura para chicos. En este momento estás dirigiendo una colección novedosa de edición argentina, que es “Libros-álbum del Eclipse” Contános qué es un libro-álbum.
IS: El libro-álbum es un libro donde el texto y la imagen funcionan de una manera totalmente conjunta, donde uno no puede leer una de las partes sin leer la otra, es decir que sin mirar el dibujo se pierde parte del texto, sin leer el texto se pierde parte del dibujo. Por ejemplo, en El ratón más famoso, el ratón dice que colecciona varias cosas: “este libro, por ejemplo”. La imagen muestra al ratón con el mismo libro que el lector tiene entre manos. Eso lo dice la imagen, no lo dice el texto. Si uno no lee la imagen ese concepto se pierde absolutamente, porque no se sabe cuál es el libro que colecciona el ratón (ilustración N°1).
MEL: ¿Qué características propias tiene esta colección Libros-álbum del Eclipse?. ¿En qué se discrimina de otras?
IS: En la Argentina, con la vuelta de la democracia se dio un crecimiento importante de la literatura infantil, con escritores como Graciela Montes, Laura Devetach, Gustavo Roldán, donde la palabra era muy fuerte. También había libros-álbum, pero no conceptuados como tales. Ese esquema continuó, y a fines de los 90 empezaron a entrar al país libros como los de la colección Los especiales de A la orilla del viento, de Fondo de Cultura Económica, algunos de editorial Kalandraka, Los piratas del Barco de vapor de editorial SM. Había mucho libro-álbum allí, libros que con la paridad del dólar y el peso se podían comprar. Eso abrió el abanico en cuanto a diversidad de propuestas en los libros para chicos. Estábamos en eso cuando llegó la crisis y cortó la posibilidad de comprar esas cosas, justo cuando la gente empezaba a descubrirlos. Cuando me propusieron hacer una colección en Ediciones del Eclipse, pensé en recuperar algo de ese terreno para los chicos. La colección se caracteriza por su total diversidad; el único eje común es que los libros sean álbum, con texto e imagen funcionando a la par; el número de páginas varía, el formato y tamaño también, hay libros de autores clásicos y de autores noveles, hay libros hechos por escritor e ilustrador y libros de autor integral, hay libros de tapa dura y libros de tapa blanda; o sea que la línea que define la colección es puramente conceptual: ser libro-álbum. Y algo que también la distingue del resto de las colecciones, en el ámbito iberoamericano, es que está fundada en autores nacionales (no es que no estén pensadas traducciones y compra de derechos, pero el cuerpo principal está conformado por libros originales).
MEL: ¿Cómo seleccionás un material que se convertirá en libro de la colección? ¿Con qué criterio? ¿Qué buscás o priorizás en la elección?
IS: Los cinco primeros títulos ya los tenía en la cabeza... Otra de las tareas a las que estoy abocado es la participación en el Foro de Ilustradores (una institución que nuclea a los ilustradores argentinos, nacida hace unos diez años y de la que soy fundador). Eso hace que esté en vínculo con mucha gente del rubro, por ejemplo Nora Hilb, de quien publicamos “Cosas, cositas” o Mónica Weiss, co-autora de “¿Quién está detrás de esa casa?”... Otro de los conceptos que incorporé, cosa que no es frecuente en Argentina, es reeditar libros que hace años que no se reeditan y que valen la pena, como “La línea”, de Ayax Barnes y Beatriz Doumerc, que hacía treinta años que no se reeditaba, “tapado” por la dictadura y a pesar de eso recuperado en cualquier estudio sobre literatura de imágenes, porque es sensacional, brillante, y tiene una vigencia impresionante. Así fue como traer el libro clásico, reeditar clásicos, más el gesto de hacer algo nuevo definieron lo propio de esta colección -además de que los libros siempre sean álbum-, y luego todo lo más diverso posible, como el mundo, como los chicos, lleno de diversidad.
MEL: ¿Qué recepción tienen estos libros en el público infantil y en el público adulto? Porque no son estéticas convencionales...
IS: Yo creo que se van a terminar imponiendo, porque si bien implican una ruptura, la recepción que estoy viendo en la gente es buenísima. Los chicos tienen muchos menos prejuicios para abordar cualquier tipo de cosa nueva, para los grandes suele ser más difícil. Pero creo que la cuestión está en seguir tirando opciones; estamos acostumbrados a que en Argentina todas las colecciones tienen el mismo formato, el mismo color, se unifican y definen en eso. Yo apuesto a que también una forma de decir “esto es una colección” es que formato, color, tipografía, sean todos distintos, y se unifiquen en la diversidad.
MEL: ¿Tenés vínculo fluido con chicos lectores?
IS: Sí, yo hago Taller con chicos, me animo con los chicos de Jardín. Voy a colegios y hago una especie de taller/show de lectura y de imagen.
MEL: Contáme cómo es un taller coordinado por vos en un jardín.
IS: Bueno, yo entro con una valija cerrada, que es muy misteriosa. Si no me conocen, es decir si no conocen los libros, si es una sorpresa, sin decir absolutamente nada saco algún libro y comienzo a leerlo (me gusta actuar y todo eso...). A veces saco un papel de una caja y después les pregunto si saben con qué trabajo yo, y les voy mostrando cómo lo hago. Es una especie de acto de magia. Como yo trabajo siempre con tijeras y papel, cuando les propongo que adivinen con qué dibujo generalmente no aciertan, porque no imaginan que lo haga de esa manera. Cuando saco la tijera se asombran y a veces me preguntan:
–¿qué tiene, tinta en la punta? ¿La mojás y dibujás?.
Entonces dibujo en el aire recortando siluetas. Les dejo varias siluetas para todos, y mientras tanto voy hablando con ellos, que manifiestan todas sus preguntas e inquietudes. Conversamos y después les muestro y leo más libros.
MEL: en general en el ámbito docente la cuestión visual está muy poco trabajada. No hay demasiada búsqueda acerca del color, de la forma, del espacio, etc. Si vos tuvieras que transmitirle a un maestro por qué es importante la comunicación visual, la capacidad de percepción visual en los chicos, el lenguaje gráfico, ¿qué dirías?
IS: En un libro ilustrado mucho de lo que leen los chicos y los adultos es el dibujo. Pero como la cultura que tenemos es fundamentalmente una cultura letrada, estamos más atentos a lo que dicen las letras. Lo que pasa es que a las letras hay que aprenderlas, hay que estudiarlas, en cambio la imagen es algo que uno a medida que va creciendo aprende a ver, y es una aprendizaje en el que si no se quiere no se profundiza; uno aprende a ver lo necesario, va sabiendo que eso que ve es una lámpara y que tiene más o menos luz, o más o menos opacidad. Hay montones de convenciones a las que estamos absolutamente habituados e inconscientemente entendemos, en eso generalmente no pensamos. Sin embargo es una competencia en cuanto a imagen, a través de brillo y opacidad estamos hablando de textura, color, luz. En el aprendizaje sistematizado la imagen queda de lado, porque la letra tiene un nivel de simbolismo al que hay que dedicarle más tiempo y aprendizaje. En el caso de los libros para chicos, lo que siempre pasa es que debido a estas competencias que se tienen per se respecto de la imagen, cualquier lector lee cosas en la imagen que no están dichas en el texto. En el caso de los docentes que quieren enseñar la lectura y cómo abordar los libros para chicos, se dedican muy pomenorizadamente a la letra y no saben qué hacer con la imagen, sin embargo la imagen es algo que leen constantemente. Una de las cosas que yo suelo hacer como para descontracturar en una actividad con docentes es pedirles que lean un texto de libro-álbum transcripto (sin la imagen), que lean eso y a ver qué entienden. La mayoría de las veces hacen una lectura del texto que puede ser muy auténtica pero luego, al leer el libro completo, se dan cuenta de que hay un montón de cosas que sin el apoyo de la imagen desaparecen de la posibilidad de ser leídas, se pierden. Entonces la importancia de la imagen es crucial en los libros para chicos, y más en los libros-álbum. En realidad yo creo que podríamos poner en debate si el libro-álbum es literatura infantil. No sé, como hipótesis... quizás no sea específicamente literatura, tal vez sea un género “otro”. Ni el texto ni la ilustración funcionan solos. Hay una secuenciación que tampoco tiene que ver con el cine ni con la historieta, que tiene otros códigos, que tampoco son los del libro infantil en sí. Hay una serie de códigos que son muy específicos del libro-álbum: montones de cosas dichas en el diseño, en la tipografía, en el uso del espacio. Puede que sea un género diferente, ¿acaso el cine está dentro de la literatura por obra y gracia de su guión? ¿la historieta es literatura? No lo creo. Con esto no estoy cerrando ninguna teoría, es sólo una hipótesis. Son géneros que están insertos en los medios masivos de comunicación, que hacen su eclosión hace apenas cien años, y eso genera nuevos debates. Y si tenemos en cuenta que además la literatura infantil siempre fue la hermanita menor de la literatura, y que en ese contexto uno aparece con los libros – álbum... ¿que es literatura infantil...?, ¿que es literatura...? Son definiciones que no creo que puedan cerrarse nunca.
MEL: Sí, totalmente. Y podemos retomarlo en una próxima oportunidad.
¡Gracias, Istvan!