Por Andrea Bernárdez - Kids News
1. Sos ilustrador, autor de libros, diseñador, editor… ¿Qué fue lo primero que nació en vos?
Yo siempre dibujé, siempre diseñé y siempre escribí. Desde chico me consideré ilustrador. Después me di cuenta de que también diseñaba los libros, que les imprimía un criterio gráfico, los armaba. Tempranamente también empecé a escribir historietas, y en cierto momento me di cuenta de que mi oficio era más amplio que el de ilustrador; era una especie de hacedor de objetos. Lo que más me gusta a mí -y por eso me incliné hacia el libro para chicos-, es hacer objetos en donde texto, imagen y diseño constituyan un todo, donde no puedan separarse uno de otro. Las colecciones de álbumes que dirijo en mi rol de edito también siguen ese criterio.
2. ¿Lo de dibujar fue algo innato que se manifestó desde chico? ¿Cómo empezaste?
Siempre dibujé, pero además siempre me apoyaron mucho para hacerlo y desarrollarlo mis padres, la escuela, mis compañeros y docentes, el pueblo de San Jorge (Santa Fe) en el que vivía. Soy muy afortunado, sé que no es tan común ser apoyado incondicionalmente en lo que a uno le gusta desde la infancia.
3. En tu infancia, ¿cuáles eran esos dibujos frecuentes, o lo que mejor dibujabas?
Dibujaba con mucha fantasía, personajes muy oníricos y llenos de color, totalmente alejados de todo estereotipo pues en mi casa no había televisor, así que mis referencias plásticas fueron los libros.
Hay una anécdota que sirve para describir mis dibujos: siendo adolescente (tendría unos 16 años) hacía historietas y me premiaron en un concurso en la ciudad de Santa Fe, entre el jurado estaban Quino y Fontanarrosa, que se mostraron muy intrigados por mis dibujos ya que no veían nada de estereotipos televisivos… en ese evento me preguntaron de dónde había sacado esa línea y esos personajes, yo no me acuerdo qué les dije, pero recuerdo que en medio de la conversación dije que nunca había tenido televisor, eso los sorprendió mucho y fue la respuesta a su intriga. Es un momento que recuerdo vivamente pues ahí caí en la cuenta de la importancia de que en mi infancia y adolescencia mis padres hayan resistido tanto la presencia de la tele, mientras sostenían las inmensas y pobladísimas bibliotecas que siempre hubo en casa.
4. ¿Tenés alguna anécdota que te ha quedado grabada en relación con el dibujo y tu infancia?
Hay una que la he contado varias veces, pero es muy linda y me ha marcado mucho: nunca me gustó el fútbol y nunca fui marginado por ello, mis amigos jugaban partidos mientras yo los dibujaba pateando, dejaban de jugar para ver cómo seguía el dibujo y volvían a lo suyo y yo a lo mío.
5. En aquella época, ¿qué dibujantes o ilustradores llamaban tu atención? (Tus referentes)
Cuando era chico me gustaban mucho las historietas (Mafalda, Asterix, Lucky Luke, El Eternauta), también leía muchos libros de arte y soñaba con ver originales de Van Gogh y Matisse, cosa que pude cumplir en mi viajes.
También leía muchísimo, la ciencia ficción (una colección de revistas que se llamaba Nueva Dimensión), y los cuentos de terror de Edgar Allan Poe, leídos en la oscuridad de la noche, también influyeron sobre mí.
6. Cuando creás, ¿pensás primero en el dibujo y después escribís el texto?
A veces el libro empieza por un dibujo (por ejemplo el dibujo de un hombre metiendo la cabeza en la boca de un león originó mi libro Boca de león).
Pero la mayoría de las veces es más particular: parto del diseño, porque lo que desencadena la historia es algún recurso gráfico que quiero poner en el libro para delatarlo como objeto. Busco ideas que me permitan hacer un libro objeto con los mismos recursos con los que se hace un libro común (una hoja se transforma literalmente en una puerta en La semana del gato valiente; la horizontalidad y verticalidad del propio objeto-libro sirven para explicar estos opuestos en Zoológico).
7. Te dedicaste a desarrollar una técnica especial, la del recorte y pegado de papeles… ¿Qué es lo que te atrae de esta forma de expresarte? ¿Cómo comienza una ilustración de papel sobre papel? ¿Qué elementos utilizás?
Todo lo que se ve en la mayoría de mis dibujos son papelitos, aún los ínfimos circulitos que forman las pupilas de los ya ínfimos ojitos de los personajes. Me gusta que resulte increíble y que eso despierte la sorpresa en el lector. El papel atrae de por sí y el papelito milimétrico atrae aún más, los ojos detectan que la expresión de un personaje está lograda, a veces, hasta con decenas de recortecitos. El dibujo, al ras, es una pilita de perfiles de formas. Disfruto mucho de la sorpresa y fascinación que eso provoca.
Lo primero es dibujar, sobre papel blanco, con lápiz. Ese dibujo será no sólo mi boceto, sino también mi molde, pues después lo calcaré en papel vegetal, para pasarlo en espejo sobre la cartulina que, transformada en un fragmento recortado con tijera, pasará a ser parte del dibujo (como creo que todos hicimso en la escuela con el papel glasée).
Así, fragmento de cartulina tras fragmento de cartulina, se irá formando un personaje o un fondo, un paisaje o un animal que, cuando vea que está tal como lo pensaba, pegaré (tratando de desarmar lo menos posibe esa superposición de papelitos, a veces ínfimos, sueltos unos sobre otros, manipulados con pinza de depilar sobre cola sólida, casi sin respirar).
8. En una nota publicada, decís que no te gustan los pinceles. ¿Por qué?
No me gusta que se terminen los espacios en la huevera. No me gusta que se termine un color y tener que andar mezclando para lograrlo de nuevo. Si es necesario, si el libro lo pide, sé dibujar con pinceles y lo hago, claro está, pero sino prefiero aquello que sea directo, como los lápices (cuando era chico), las fibras (mis primerísimas publicaciones) y, desde hace ya casi dos décadas, la tijera y el papel.
9. Tu nuevo libro habla de que todos podemos dibujar. ¿Qué métodos empleás para lograrlo?
Primero quiero aclarar que el “todos” inclusivo que encabeza el título se refiere a chicos y grandes, pues este libro no tiene edades. Y por eso del incluir, los acicates para emprender la tarea salieron de frases como “yo no sé dibujar ni un arbolito”, tan pronunciada sobre todo por tantos adultos. Frases que me llevaron a darme cuenta que quería hacer un libro en donde se demuestre que a partir de formas básicas como el punto, la línea y el garabato, todos podemos dibujar.
Siempre tuve la sensación de que los libros para dibujar y colorear suponen que el lector no le tiene miedo a la hoja en blanco, quise hacer aquí un libro en donde, aún teniéndole pavor a la hoja en blanco, no haya excusa como para no poder dibujar. Los juegos parten de formas simbólicas que cualquier persona puede hacer (todos nos sentimos capaces de hacer una raya o un garabato), pues bien, con esas formas básicas se puede construir el mundo, pues el mundo no se construye a partir de formas complejas, sino de formas primarias, y todos podemos dibujar combinando esas formas.
Me gusta pensar este libro como un manifiesto: el libro empieza diciendo “Si piensas que no sabes dibujar, haz un garabato aquí. Ese garabato es un dibujo. Entonces sabes dibujar”, y termina “porque (te voy a contar un secreto) para dibujar… no hace falta saber dibujar”.
Más adelante reflexioné que esas estrategias desarticulaban el típico concepto recalcitrante de los libros para colorear (que llegan al extremo de poner el modelo terminado, como si las cosas tuvieran colores predeterminados). Eso me animó aún más: quería hacer un libro para colorear que revierta el lugar común de los libros para colorear… Es mi naturaleza: me gusta meterme con esos géneros extremadamente estandarizados; jugar con el muy posible prejuicio del lector, tan acostumbrado a la previsibilidad de un género, y apelarlo, movilizarlo, desconcertarlo, ponerlo de frente a una propuesta que, sin salirse del género, le obligue a cambiar la cabeza.
10. ¿Qué consejos les dejás a los chicos que leen Kids News y que les gusta dibujar?
A chicos y grandes: que dibujen mucho sin importar si lo hacen “bien”, todo está “bien hecho” si se lo hace con libertad, alegría y placer. Que dibujen solos y acompañados, que dibujen en familia y con quién quieran (docentes, alumnos, parientes, niños, grandes), que no juzguen ni se burlen ni califiquen los dibujos de los demás, que los compartan y, en el compartir, aprendan a mirarlos juntos y descubrir qué es lo que dejarían como está o que es lo que cambiarían (cosa muy distinta a decir “megusta/nomegusta”, “estábien/estámal”). Que sean generosos y compartan el entusiasmo, que se muestren apasionados, eso emociona y contagia a cualquiera. Y que aprendan leyendo mucho y mirando mucho, esos otros artistas son sus pares.